Sentirse culpable, arrepentirse, darle vueltas una y otra vez a una misma cuestión que ya no tiene solución… ¿te sientes identificado o identificada? Es lógico, nos pasa a todos en mayor o menor medida.
El sentimiento de culpa tiene su lado positivo, ya que demostramos tener conciencia, empatía y buenos sentimientos. Sin embargo, si nos pasamos de rosca, simplemente sirve para torturarnos sin lograr nada más que sufrimiento.
“De acuerdo,- pensaréis muchos-, pero no es tan sencillo, no es algo que controle ¿cómo dejo de sentirme culpable?” Si quieres que tu mente deje de convertirse en tu peor enemigo, son tres las claves: aceptación, perdón y amor propio:
- Aceptación: haya pasado lo que haya pasado, es importante tomar conciencia de las consecuencias, y tratar de averiguar si hay algo que podemos hacer para enmendar la situación. En caso de que sí podamos hacer algo, manos a la obra. En caso contrario, aceptemos la realidad y aprendamos del error.
- Perdón: en este caso se trata de perdonarse a uno mismo. Igual que hacemos con un amigo cuando no se porta bien con nosotros. Si alguien se arrepiente de manera sincera, pasamos página normalmente ¿verdad? Pues hazlo contigo mismo.
- Amor propio: si nos queremos sabremos valorar los aspectos positivos que también tenemos y los pondremos por encima de los negativos para paliar ese sufrimiento innecesario, como hacemos con los demás. ¿Si tú no te quieres, quién lo va a hacer?