La separación de los padres es una de las experiencias más estresantes a las que un niño puede enfrentarse. Para ellos es un hecho más o menos inesperado que les rompe la estabilidad a la que estaban acostumbrados. Estos niños son más propensos a desarrollar problemas personales y de conducta.
¿Cuáles son los efectos?
Los niños responden con emociones diferentes dependiendo de su edad:
– De 2 a 6 años
Presentan comportamientos regresivos (vuelven a hacerse pipis o caca encima después de ya tener adquirido el control de esfínteres, se chupan el dedo, necesitan tener a sus padres cerca para quedarse dormidos … ). Pueden tener sentimientos de culpa, creyendo ser ellos el motivo de la separación.
Sufren trastornos del sueño, irritabilidad, crisis de llantos y agresividad.
Los niños de estas edades son los más afectados a corto plazo pero mejoran mucho a largo plazo ya que acaban por olvidar la situación, no recuerdan las peleas y discusiones…
– Entre 7 y 8 años
Los niños de estas edades no saben muy bien como actuar ante esta nueva situación. Creen que los padres se pueden volver a juntar y se esfuerzan para intentar conseguirlo. En ocasiones pueden surgir cuadros depresivos, sentimientos de culpa, baja autoestima, dificultad en las relaciones con niños de su edad. Puede que el rendimiento escolar también disminuya.
– Adolescentes
Pueden presentar baja autoestima, agresividad y poca tolerancia a la frustración. En los casos más severos puede derivar a un trastorno disocial. Es el único grupo que puede empeorar pasados 18 meses, ante una inicial adaptación y un periodo favorable pueden presentar síntomas más tarde.
Habitualmente las consecuencias del divorcio suelen ser peores en niños que en niñas, ya que ellas suelen adaptarse mejor a la situación. Es importante no convertir al hijo en pareja, padre o confidente. Es fundamental que mantenga contacto con el progenitor de su mismo sexo para que así pueda construir de forma adecuada su identidad sexual.