Las personas retraídas o reservadas tienen diferentes razones de ser: la diferencia entre unas y otras radica en las intenciones personales.
La persona tímida quiere pero no puede, por miedo, socializarse con los demás. Los síntomas originados por ese miedo derivan en comportamientos anormales y actitud evasiva frente a la sociedad. Cuando el resultado se da en forma de ansiedad social, debemos proponernos solucionar ese handicap.
La persona introvertida no tiene forzosamente interés en relacionarse, aunque tenga habilidades y vías suficientes para hacerlo. La información se procesa del exterior al interior, de manera que la mayor parte del tiempo se consacra a pensar para uno mismo. A diferencia de las personas extrovertidas que principalmente exteriorizan, sin dedicar mucha reflexión personal.
Los grupos reducidos son donde mejor funcionan las personas introvertidas dado que es la dimensión social que han elegido para desplegar sus alas.
Para las personas tímidas, ciertas situaciones representan un obstáculo que les supera. Por ello, cuando la sensación de inseguridad es generalizada y el resultado se da en forma de ansiedad social, debemos proponernos solucionar ese handicap.