Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido abatidos por algún estímulo externo. Sucesos que, sin que podamos tener un control sobre ellos, intervienen en nuestra estabilidad emocional y física.
Actualmente, muchos de nosotros compartimos una de las causas que mayor repercusión puede tener en nuestro bienestar: el desempleo. Las repercusiones de estar sin trabajo, van incluso mucho más allá de nosotros mismos, pudiendo afectar a nuestro núcleo familiar. No sólo por el impacto psicológico que este hecho genera en nosotros y de cómo nuestro ánimo influye en el de nuestros seres queridos, sino también porque podemos tener familiares a nuestro cargo, a los que no les podemos ofrecer ni un plato digno de comida. O quizá no hagamos llegado a ese punto, pero nuestro miedo sea cada vez mayor, porque pasan los días, las semanas, los meses, y nuestra situación laboral no cambia.
Sí que es cierto, que no podemos controlar por completo los acontecimientos que se nos presentan en la vida. Pero es un error pensar, que no podemos influir en nuestra manera de afrontarlos. Las emociones muchas veces se nos desbordan y nos desembocan a un pozo sin salida, como si de un barco nos tratáramos en medio de una corriente incontrolable, de la que, aparentemente, no se puede salir.
Esta semana, queremos transmitir a todos nuestros lectores, que el cambio es posible: empezando por nosotros mismos. Desde pequeños, generamos unos esquemas propios de conducta y cognición. Unos mecanismos de escucha interna, así como de gestión emocional, que con el tiempo pueden quedar condicionados a nuestro propio hábito y manera de existir. Esta limitación influye en nuestra percepción de la vida, contemplando menos posibilidades de las existentes, así como generando en nosotros mismos una sensación de impotencia, a veces, demasiado abrumadora.
Si te sientes identificado en alguno de los puntos y necesitas más información o hablar de ello, estaremos encantados de atenderte y ayudarte en tu camino hacia el cambio.