De pequeños la gran mayoría de los niños son desobedientes, protestones y rebeldes. Por ello, para un padre o una madre nunca es sencillo apreciar en qué momento la conducta de su hijo o hija se ha desviado lo suficiente de su cauce natural, como para requerir ayuda profesional.
Para saberlo, una buena forma es compraar sus comportamientos con los de otros hermanos, o con los algún primo o amigo, sin tener miedo a preguntar a sus madres. Por otro lado, si la frecuencia en la que un niño o un niña desobedece es alta, y los desafíos son continuos, se trata de una señal de que quizás su hijo necesite ayuda profesional. 
En todo caso, un profesional de la psicología infantil podrá determinar siguiendo un sencillo estudio si se trata de un trastorno leve, y por lo tanto no clínico; o si por el contrario, estamos ante un caso de trastorno más agudo, y consecuentemente clínico.
Esta diferenciación es determinante a la hora de afrontar un tratamiento para ayudar al niño, y reconducir su conducta. En caso de no ser clínico, con asesoramiento a los padres, y un control sencillo y rutinario a largo plazo, es suficiente. Sin embargo, cuando se da un caso de trastorno de conducta clínico, el papel del psicólogo toma una mayor importancia ya que tendrá que tratar al niño de forma directa.
Si ha observado anomalías en el comportamiento rutinario de su hijo, como reacciones violentas, actitud desafiante, pasotismo extremo, o un desapego familiar importante, no lo dude: venga a vernos, hable con nosotros y le ayudaremos a encauzar la situación.